miércoles, 24 de agosto de 2011

El fin de la aventura del peronismo antiperonista

Las elecciones Primarias Abiertas y Simultáneas cumplieron el objetivo de convertirse en un termómetro y un mapa, para ver cómo se llega y que movidas se hacen en vistas a octubre. Desde ese domingo a esta parte pasó un siglo en tiempo político, la oposición abandonó sorprendida sus ínfulas y aspiraciones sucesorias. Los medios concentrados de comunicación mordieron la banquina y algunas encuestadoras recuperaron su alicaído prestigio. Unos quedaron en el camino y otros entraron en carrera a partir de sus humildes aspiraciones como es el caso de Altamira. Otra consecuencia de los resultados de las PASO, es haber saldado la disputa en torno a quién representaba al peronismo, ni más ni menos.

Lo que fue el armado del peronismo opositor, luego Peronismo Federal, hoy disgregado en pequeñas islas provinciales cuyas máximas aspiraciones se conforman con salvar la ropa, mostró sus falencias en la previa a las internas abiertas. En el caso de Entre Ríos, no participó, desmejorando más aún su imagen.

Primero fue el intento de interna presidencial entre Rodríguez Saá y Duhalde, que hizo agua por todo el país y se convirtió prontamente en un mamarracho que se diluyó sin penas ni glorias. La Municipalidad de Paraná, otras localidades y referentes políticos provinciales, movilizaron sus estructuras en pos de sostener una interna que nunca generó expectativas en el electorado propio, menos en el ajeno. Sin embargo se dedicaron a criticar con dureza una experiencia inédita, extraída de una similar en Uruguay, y que sin dudas juega a favor de la democratización de los partidos, aún con sus falencias. Continuó con el fraude pergeñado en Chubut que eclipsó la presidenciabilidad de Das Nevez; y tiene su continuidad en los festejos de triunfos ajenos, y la negación de la derrota propia.

Quienes quisieron llevarse puesto al Partido Justicialista, aprovechando las fisuras que se dieron a partir de la discusión en torno al incremento en las retenciones a la exportación de comodities, pronto se dieron cuenta de que habían dado un salto al vacío. Aunque la movida tuvo sus repercusiones a partir de la tremenda diáspora que pretendía operar en el peronismo.

De ahí en adelante, disputa simbólica giró en torno a trivialidades como el hecho de si se cantaba o no la marcha, que tuvo su capítulo insólito cuando el hijo de Hugo del Carril prohibió que, en los actos del frente para la Victoria, se utilizara la versión que inmortalizó su padre. Se señaló al Kirchnerismo como “una deformación trágica del peronismo” y se apeló a relatos que suponían afinidades entre el movimiento nacional y popular y la Sociedad Rural o el Grupo Clarín, por nombrar los ejemplos más salientes de esa extraña opción por los más débiles. Estas decisiones, más la actitud dubitativa del peronismo opositor provincial, que nunca definió su rumbo, instaló a ese conglomerado cada vez más cerca del arco opositor por derecha a gobierno. Declarándose ontológicamente peronistas y entendiendo que la identidad se construye por oposición, se opusieron a todas las medidas de gobierno subsiguientes al tratamiento de a 125, y paradójicamente fueron creando una identidad antiperonista en el imaginario social alejado del microclima.

Destinado a disputar votos con la oposición el desdibujado intento por mantener al peronismo dentro de los marcos del neoliberalismo, estaba condenado al fracaso, tal como quedó demostrado el pasado domingo 14 de agosto. Quienes pretendían irse del Partido Justicialista llevándose al peronismo, sólo quedaron fuera del peronismo. Y eso los desplazó de la escena política. Recordemos que la expresión provincial de lo que fue el peronismo opositor, buscó acuerdos a nivel nacional sin tener en cuenta detalles como pueden ser la coherencia o las afinidades ideológicas. La estrategia de la provincialización al contrario de darle fuerza a la propuesta, la sume más en la falta de seriedad, en la indefinición, y se constituye más en un parte de retirada que en una declaración de combate.

Carente de mística, de proyecto alternativo al actual, si motivación en las bases, el Frente Federal se recluye en su último bastión, la Municipalidad de Paraná, para encaminarse a octubre y tratar de vender como un gran logro el segundo puesto en la disputa por el gobierno de la capital provincial. No se pudo contra el aparato, se dirá tal vez al otro día. Y a su vez apunta a recalentar el microclima al mango, algo que ya no le dio resultados, pero que sirve como ungüento para aliviar la derrota, que es más dura porque es una derrota cultural.   

Más allá de los resultados de octubre, que sin dudas terminarán de sepultar la aventura del peronismo antiperonista, la derrota es contundente, por el resultado del 14 de agosto, y por la magnitud de sus objetivos. Ningún ciudadano alejado de los microclimas políticos tiene dudas acerca de que este es un gobierno peronista, de que Cristina es peronista, de que Sergio Urribarri, que dicho sea de paso lleva como compañero de fórmula al presidente del Partido Justicialista de Entre Ríos, representa y representará al peronismo provincial en el gobierno.

Quienes, desde la cima de su ego no pudieron vislumbrar los cambios sociales y culturales que se dieron a partir de 2003, están condenados a ser el Plan B del electorado opositor, que para manifestar su negativa al gobierno nacional y provincial tendrá opciones más genuinas en el cuarto oscuro como las de la UCR, el Frente Progresista Cívico y Social o el PRO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario