jueves, 2 de junio de 2011

Para Sarlo, al 70% no le importa la política, a nosotros sí

Verónica tiene más de 30 años, no es una adolescente, con su hijo de 2 meses aprende a ser madre con la misma pasión que puso y pone en todo lo que hace e hizo, con la misma curiosidad que delatan unos ojos abiertos de par en par, que hacen sospechar que ven siempre un poquito más de lo que están mirando. Emmanuel es más joven, no menos curioso y su audacia lo llevó a presentarse ante un grupo de desconocidos, a desnudar su interés y su decisión de contradecir el mandato paterno. Vero también lo hizo, varias veces. Cuando le dio un portazo a la hipocresía de una iglesia que se derrumba con un ruido sordo bajo los golpes de sus mismos defensores. Cuando se cansó de encontrar siempre la misma respuesta esquiva al millón de preguntas puntuales, agudas, de esas que calan los huesos y que siempre rondan su cabeza.

Hace un tiempo, Beatriz Sarlo, devenida estrella de rock de una derecha que no tiene ni la juventud ni la honestidad de Vero y Emma, decía, sin fundamento concreto alguno, a puro ojo no más, que al 70% de los argentinos le importa un pomo la política. El genial historiador Norberto Galasso, le retrucó que esa afirmación carecía de sustento, que hoy los amigos y las familias se pelean por política como lo hacían en los 50. Ninguno de nosotros sabe cómo se peleaban los amigos y las familias en esa década, por política. Si podemos intuir que ese parteaguas empezaba con P. El mismo que hoy empieza con K.

Vero y Emma tienen algunos puntos en común, entre ellos y con muchos jóvenes de hoy, de hace un ratito. Nos quedamos con la verdad de Norberto, no creo que a clarín le disguste, ya no les importábamos mucho tiempo antes, ya nos viene negando su verdad desde el comienzo de la dictadura, como se la niega a Felipe y Marcela.
Vero y Emma vienen de familias radicales, hoy se integran al peronismo. Discutieron con sus amigos y sus familia, lo seguirán haciendo, no por culpa de una coyuntura política, ni siquiera de un proceso histórico, seguro por una imprecisa disposición intelectual, espiritual o de lo que sea. Por una profunda ansiedad que lleva a patear eternamente nocturnas veredas, a hablar con extraños en espera de ese caramelo que no había que aceptar, a buscar amor en arrabales donde la familia no es tan sagrada y todos somos hermanos. Por una difusa idea con berretines de sueño.
Vero se afilió hace poquito al Partido Justicialista con la misma naturalidad que dejó de ir a misa, que renunció a ser Susanita, a buscarse un novio decente que la mantenga a cambio de olvidarse que además de ser mujer es una persona con inquietudes y sueños. Emma llegó un día a la reunión de los jueves a las 20:00, escuchó en silencio y cuando le preguntamos quién lo había invitado, dijo que el solo había ido a la casa del partido a preguntar cuando había alguna reunión de la que pudiera participar, y ahí le dijeron que nos juntamos los jueves. Lo hizo audazmente, pero sin demasiados rollos, como cuando decidió con su amigo poner una pequeña empresa o como cuando empezó a discutir con su familia y sus amigos, porque lo que ellos pensaban de este gobierno, de este proceso histórico, no era lo que el pensaba.

La historia tiene esos recovecos, esos intersticios pequeños, diminutos, lejos de las luces de la tele y de los grandes debates intelectuales y los fuegos de artificios en que nos parece que se juega el destino de la humanidad, pero cuando salimos a la calle está solo la fría noche, lo cotidiano, lo que se mueve lento y sin sobresaltos pero inexorablemente.

No sabemos si es el 70 o el 20%, o si a nadie le importa nada. Sí que hay cosas que se viven una sola vez, que son únicas, y que para quienes ya no tienen esa sensibilidad, solo queda la comodidad de una vida decente, sin el fastidio ni la angustia de los ideales, y la seguridad de morir en una cama al calor del hogar, un tiempo antes de que el corazón deje de latir.    
Desde hace un tiempo, de vez en cuando, en las reuniones de los jueves aparece alguien que se sienta y escucha, y espera que termine la reunión para presentarse. Ya no preguntamos, ¿y a vos, quien te invitó?

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